tag:blogger.com,1999:blog-32803329103168621002024-03-12T21:30:01.397-07:00La Triple AlianzaObra hipertextualGustavo Schwartzhttp://www.blogger.com/profile/13875258410233853746noreply@blogger.comBlogger1125tag:blogger.com,1999:blog-3280332910316862100.post-19838447076879400192009-07-03T11:20:00.000-07:002009-07-03T11:28:23.971-07:00I n f a n t e r í a<br />Una historia de La Triple Alianza<br /><br />INVOCACIÓN <br /><br />Si la tristeza te da caza te alcanza y te da<br />desesperanza<br />Y el aburrimiento te cerca <br />ciego<br />Seguí el consejo que sigue al poeta<br />borracho<br />Que sigue a su padre muerto:<br />Si el alma se te llena<br />de cosas inútiles<br />se te llena de sueños perdidos<br />Recorda el consejo<br />Este consejo<br />Este<br />No hay remedio mejor<br />lugar mejor <br />que el campo de batalla<br />Cualquiera<br />Cualquier batalla<br />Una carabina en un abrazo<br />Un campo arrasado<br />Y una bala con destino<br /><br />Así que<br />Adiós adiós a todos<br />no me lloren volveré<br />un día de suerte estaré<br />de vuelta<br /><br />Algún día volveré<br /><br /><br />Vi una vez a un hombre correr por la llanura de noche<br />Sombra plateada, los ojos como platos<br />ciegos, la lengua afuera y meado a fondo.<br />Corría ganando tiempo el hombre ese, en la llanura<br />rodeado de pájaros negros, de mal agüero<br />Los pensamientos negros pájaros, agujeros negros<br />Y el temor ganando tiempo.<br />Ganando tiempo el tipo corría<br />como si la muerte, yo, el jinete negro<br />le pisara los talones.<br />Acariciando el pasto que no dejaba de crecer, le <br />seguía yo, la negra, el jinete muerto, los pasos.<br />Y la luna seguía su derrotero, y los pájaros quedaban detrás, <br />y las estrellas negras como pensamientos.<br />Lloraba el hombre por sus días perdidos,<br />clamaba por unas horas, minutos<br />Morir en calma luego<br />Morir en una cama, en una trinchera en<br />un hospital pero morir después.<br /><br /><br />EL IMPERIO DE LA FAMILIA<br /><br />Bala bala Balaam papá<br />amante de la guerra que trae<br />paz al guerrero<br />quietud al temor del otro fogonazo de luz<br />lejos va el guerrero a por paz los muslos doloridos<br />el campo santo el campo de batalla<br />carabinas bala el viejo<br />impotente<br />carabinas y adiós a las penas<br />no hay miedo comparable al de las trincheras<br />cuando corre como río la sangre<br />río dice y río ríe<br />no hay miedo comparable ríe y no hay<br />miedo entonces<br />bala la oveja la bala en la cabeza la luz en la lana<br />del pelo blanco<br />el don el regalo.<br /><br />El sargento tambor William Drinkwater sirvió a la armada británica <br />27 años y 283 días<br />Se enlistó a los 14 en el 92° Highlanders en Westminster<br />con el número 1962 y fue dado de baja por la bala<br />que se le alojó<br />en el cráneo<br />durante el motín en Bairamghat in Oudh.<br /><br />No le podía ir mejor al bebedor<br />Un amotinado amontillado le iluminó el cerebro<br />y enviudó a su hija.<br />Iluminada viuda britania del Gahgra river<br /><br />116 días internado en toda su carrera<br />Una moderada lista de enfermedades victorianas:<br />fiebres, contusiones y venéreas.<br /><br />Tres regimientos de caballería tres baterías artilladas de campo diez regimientos de infantería y <br />un batallón de policía<br />la fuerza irregular de Oudh <br />amotinada<br /><br />Negros boqueantes, farfullantes,<br />politeístas sanguinarios, nos pasan a cuchillo<br />salen de la tierra, se arrastran como gusanos,<br />se trepan a las tiendas, se introducen, desgajan y se comen los restos<br /><br />Corremos por la llanura que no corre<br />El miedo por delante, la muerte por detrás,<br />que pasea con largo tranco quemando hiriendo,<br />bendiciendo con su lengua multiforme la carne chamuscada<br />que crece, que brota de la tierra<br />Hieráticos dedos apuntando a la Luna<br /><br />Las mujeres y los niños por delante<br />Les cubrimos la retaguardia<br />Los dejamos en Balrampur bajo la protección del pequeño<br />Rajá.<br />Diecinueve mujeres quedaron de los niños no hay registro.<br /><br />Una hoguera reciente cenizas<br />carbones fríos<br />y pequeños huesos, como de pollo como de perro<br />Rodillas de agua, salimos como podemos.<br /><br />22 millas hacia Nampara, luego Bahraich donde nos esperan<br />Bienvenidos a la fiesta<br />sorpresa<br />risas y bailes. Fabrican banderas con la piel blanca<br />le pintan soles, estrellas y pavos reales<br /><br />Magnífica recepción de espectros lustrosos y dientes<br />afilados y cuchillos <br />estiletes<br /><br />Artistas del despellejamiento<br /><br />La ruta a Lakhmao a través de Bairamghat está en manos de los amotinados<br />Nos queda el río Ghagra y los caballos y somos tres noche<br /><br />Amotinado irregular bien dice<br />Pone el ojo pone la bala<br />El ojo del cielo el ojo del mundo<br />El aire quemado la estela blanca<br />Viene la bala delante del humo<br />Hiende el aire y es aire y agua<br />lo que la siguen dentro de su cabeza<br />Pulposa la recibe y la guarda<br />Yo te guardo llena de plomo eres.<br /><br />Amotinado irregular bien dice<br />Pone el ojo pone la bala<br />El ojo del cielo el ojo del mundo<br />El aire quemado la estela blanca<br />Viene la bala delante del humo<br />Hiende el aire y es aire y agua<br />lo que la siguen dentro de su cabeza<br />Pulposa la recibe y la guarda<br />Yo te guardo llena de plomo eres.<br /><br />Flota en el río y es operado el sargento tambor.<br /><br />Ofelia de uniforme se pasea río abajo<br />Los pensamientos esparcidos<br />alrededor de la cabeza en el río<br />Corona de flores lotos girando alrededor<br />Parece ahogado el tambor parece muerto<br />Pero sueña<br />El agujero en la cabeza<br />un pez que mordisquea y se lleva<br />algunas palabras<br />La bala del balaam negro que se unta de sangre<br />Duerme el niño tambor se lava y borbotea su seso<br />fluye en su cabeza el agua del Ghagra y<br />para siempre lo empapa<br />Papá con bala de río queda siempre flotando<br />y para siempre soñando.<br /><br />“Esta es la bala que te doy” - me dijo.<br />“Este es el don”<br /><br />No hay remedio mejor<br />Lugar mejor <br />Que el campo de batalla<br />Cualquiera<br />Cualquier batalla<br />Una carabina en un abrazo<br />Un campo arrasado<br />Y una bala con destino<br /><br />Así que<br />Adiós adiós a todos<br />No me lloren volveré<br />Un día de suerte estaré<br />De vuelta<br /><br />Algún día volveré<br /><br />Viaja Ignatius<br />Parte para América buscando.<br />Patria y pertenencia busca<br />viajando Ignatius<br /><br />Viaja el Ignatius que se piensa nuevo.<br />Come las olas, las millas marinas el hombre<br />con una sola certeza<br />Abandona la patria de su padre<br />el dios de sus hermanas<br />el amor doloroso de la madre<br />Y ya sin patria, sin dios y sin madre<br />sólo él con su bala<br />huérfano de toda orfandad<br />terrestre celeste<br />sólo con el mar como testigo es libre de creerse otro<br />Mientras el aire salado<br />espesado<br />en millones e gotas lo bautiza de nuevo<br />grita:<br /><br />Yo Ignatius con mi bala y mi voluntad<br /><br />Ignatius busca un paisaje anterior a la batalla<br />Tiene las cartas en sus manos y una sóla regla de oro<br />Un territorio pobre de historia<br />Una historia tan pobre por escasa<br />Que casi ni cuente<br />Ni se cuente<br />Un cuento tan vírgen como él<br />Ignatius elige y no sabe<br />Como cualquier extranjero no sabe<br />Ignatius elije <br />Su guerra y su patria<br />Ignatius no sabe y elige<br />Y eligiendo su patria se queda<br />Para siempre eligiendo y<br />Para siempre extranjero<br /><br />En tierras de América<br />Se embarca Ignatius<br />El Pampa lo lleva<br />Con otros bravos<br />A una guerra triple<br />A una guerra que elije<br />Ignatius se embarca y sube<br /><br />Guerra de la Triple Alianza<br /><br />Suben por el Paraná, sube el barco.<br />Y la inercia<br />hace subir a los soldados,<br />Relucientes rechinantes corajudos.<br />Con corazas de lino y galones y estrellas.<br /><br />Firmes suben la corriente.<br />La remontan.<br />La escalan firmes y en su sitio.<br />Dignos los oficiales que ofician de mascarón.<br /><br />-A la proa dicen unos cuantos, y van<br />a mirar el río como pasa.<br /><br />Curupaytí se pierde entre los esteros<br />como se pierde en la memoria la derrota<br />el mal momento.<br /><br />Navegan haciendo la venia<br />los infantes<br />mientras los marinos<br />la sudan en labores propias del oficio<br />de conducir,<br />de navegar,<br />el bastión,<br />en paz por el rumbo incierto de la guerra.<br /><br />Trunca la certeza de un destino una caldera<br />que al azar de un hierro mal forjado<br />estalla y<br />despliega estrellas cosidas<br />a un trozo de tela pegado a un cacho de carne<br />que antes fuera el de la venia<br />el de los bigotes<br />el de los hombros bien cuadrados<br />la espalda recta la bragueta abierta.<br />Noticias #<br /><br />El vapor Aurora estalla de improviso,<br />caprichosamente<br />Y se lleva, enteros y en pedazos<br />a 329 hombres<br />de las fuerzas combinadas<br /><br />Una y otra fuerza combinadas:<br />la fuerza que une los tejidos con los tejidos<br />los humores con los humores<br />el cuerpo con el alma.<br />Y la fuerza que desgarra<br />desde el fuego centrífugo fuego material que golpea<br />desde el viento caliente<br />que cercena con hierros voladores<br />en una exhibición fantástica de las leyes<br />de gravedad violentadas<br />a los ojos profanos<br />por el fuego divino.<br /><br /><br />Una y otra fuerza escoran el barco<br />y lo vacían<br />de destino.<br /><br />Aún no comenzó la guerra y el cielo y el infierno<br />se reparten las bajas<br /><br />El enemigo perfecto:<br />el que no se mata hiere o lastima.<br />De ese se huye, a ese se le abandona el bastión<br />que ya ha cedido, crujiente, calcinado.<br />El fuego devora la muerte y <br />la bala<br />en mi bolsa<br />se repliega se retrae.<br />Busca el olvido.<br />No sirve para marcar un destino.<br />Metal inútil <br />sin dones<br />ni palabras que le den entidad.<br />Una bala<br />sin fuego sin voluntad de ser.<br /><br />Y así huyo, escapo como puedo.<br />Piso hollo cabezas huecas y a medias completas.<br />Camino como sobre el agua<br />incendiada de gritos y brillores.<br /><br />¿Es esto una batalla?<br /><br />¿Es sólo una derrota sin guerra?<br /><br />Es la maldita muerte que ciega siega y siega<br /><br />¿De qué lado está, de qué bando?<br />¿Pelea esta guerra?<br /><br />¿A quién ampara?<br /><br />No a mi, no a mis compañeros de bando<br />que saltan en fuego por la banda derecha<br />mientras la nave escora y vuelca<br />su contenido de miedo y huesos triturados y carne hervida.<br /><br />Se toma una mano de mi tobillo.<br />¿Qué quiere?<br />Es una mano a punto de no ser más que escoria<br />recuerdo sin derechos<br />rescoldo de hoguera.<br />Me toma del tobillo, me detiene en la huída<br />Quiere brindar conmigo por la primer batalla<br />Perdida.<br />Quiere ser mi guía en el infierno.<br />Pero no estoy dispuesto.<br />Tengo mi bala, necesito la vida.<br />A falta de mandoble con que desgarrarla de mi hueso<br />me agacho gentil,<br />acaricio los dedos<br />los ablando<br />les doy confianza.<br />Y cuando aflojan su nudo alrededor de mí, los separo.<br />Los alejo y despido.<br /><br />Corro, corro sobre el agua<br />sin mirar atrás.<br /><br />Y entonces llega el humo.<br />Llega y se agranda y se mete entre los árboles enmarañados de la costa.<br />Se mete en los ojos de cientos, de miles<br />de mosquitos<br />que despegan de las aguas calientes y negras de tizón.<br /><br />Y los hombres se pierden.<br />Y lloran por sus ojos quemados.<br />Y buscan a tientas algo<br />que no saben qué es.<br />Algo que parezca una salida<br />de este limbo de fuego<br />que<br />más allá del barco perdido se sigue extendiendo<br />como<br />un alud de desgracias.<br /><br />Y entonces llega el humo.<br />Y la costa<br />se borronea y confunde.<br />Y los hombres<br />pisan mal<br />y de pisar así pierden el pié<br />y<br />unos sobre otros <br />se beben las aguas, las larvas<br />no nacidas aún.<br /><br />Y se despiden de esta guerra sin haber peleado más<br />que con su propia nave<br />con su propia maquinaria<br />con su propia mala suerte.<br /><br />Visiones de Ignatius <br />Los Monos<br /><br />El barco estallado escorado es tomado<br />por la corriente.<br />Se aleja entre fuegos y humos<br />de maderas telas sogas ratas<br />carne humana y pieles.<br />Se aleja gruñendo y se lamenta<br />el maderamen tomado por las llamas.<br />Y la selva <br />le devuelve el griterío:<br /><br />Son los monos que<br />azorados contemplan un aquelarre <br />único.<br />Un espectáculo que la selva no podrá olvidar.<br />Que queda<br />en la leyenda de hombres y palmípedos.<br />Que es hablada<br />por unos y otros.<br /><br />Y lo será hasta que la selva los silencie a todos.<br />Y a sus descendientes.<br />Hasta que la selva olvide.<br /><br />Corre Ignatius por la tierra roja.<br />Chapotea en la sangre<br />de los vencidos<br />en la primer batalla.<br />Espanta a los predadores.<br />Tropieza alborozado.<br />No huye no escapa<br />baila en el camposanto<br />una polca:<br />El chamamé de los hombres nuevos.<br /><br />Se adentra en la selva.<br />El broderie de la vegetación.<br />El ajuar verde de la novia loca.<br />Palos con ruedas sombras.<br />Como árboles.<br />Y cuerpos picoteados.<br /><br />Giran alados los rapiñeros<br />giran los cuerpos giran las ruedas.<br />Cuelgan babas de carne.<br />Se deshacen se deslizan<br />los humores por el palo.<br />Pedestal pié en tierra.<br />Y enterrados en el cielo<br />disgregándose en infinitos picos<br />en las infinitas chorreaduras<br />del palo pastoso…<br /><br />Alto ¿Quién canta?<br />Quien como yo celebra la nueva vida<br />desde este humus<br />fundador y fecundo.<br />Carne y maleza.<br />Allí en la rueda.<br />Uno de tantos<br />que no se lamenta que no agoniza en silencio.<br />Subo a verte compañero.<br /><br />Subí y vi.<br />Al hermano desollado<br />asomándose a la muerte<br />feliz de dejar la guerra<br />contento con su destino.<br />Espantando pájaros y moscas<br />negras como piedras antiguas<br />joyas con que se adornan los muertos<br />para el viaje.<br />Desaté al camarada para que<br />la muerte mirona asomona<br />no lo tuviera allí expuesto<br />despatarrado e indefenso.<br />Y allí va<br />deslizando sus fragmentos por el palo.<br />Descendiendo de la rueda<br />hasta el suelo.<br /><br />Otra rueda otro destino.<br />Un pobrecito se muere en mis brazos.<br />¡Descubro!<br />Patitieso el hombre no exhala<br />el alma con su último aliento.<br />Es un ruido la desaparición total.<br />Es como un crepitar lo que se lleva el ánima.<br />¿Pero, tironea aún la vida de sus pies?<br />¿Del izquierdo?<br />Miro y veo.<br />Su pie otrora calzado, desnudo ahora<br />y en manos extrañas.<br />Ya no le pertenece al finado<br />ahora su dueña es la<br />mismísima<br />Finada.<br />Para decirlo en otras palabras:<br />Tira un reluciente esqueleto de su tobillo<br />desfleca la carne rígida<br />que da<br />con gesto soberbio<br />de comer a los cuervos<br />mientras busca y rebusca y rebuzna<br />hasta encontrar el hueso.<br />La tibia el peroné.<br />Si tuviera ojos la malvada<br />le brillarían ahora<br />que ha encontrado lo que buscaba.<br />El cuerpo del pobre amigo<br />de repente<br />se retuerce<br />cuando ella, la finada reluciente<br />se lleva el hueso a la boca.<br />La tibia el peroné<br />Y es ese ruido la fuga del alma.<br />Es la lengua roja y viva de la muerta<br />inverosímil pedazo de carne<br />metiéndose en el caracú y<br />sorbiendo<br />desde allí<br />el alma.<br />Chupando se lleva el último rescoldo<br />del pobre hombre.<br />Y acabando con ello<br />queda el tipo vacío<br />como un mate de yerba lavada.<br /><br />A mi alrededor<br />otras ruedas.<br />En otras ruedas lo mismo.<br />Cientos de finadas de lenguas rojas<br />sorbiendo el alma de miles de hombres<br />finados.<br />Calientes algunos yertos los más.<br /><br />Ahora la hambrienta me mira.<br />Estoy lastimado golpeado<br />pero lejos aún de ser festín de caracú<br />para la flaca<br />la transparente<br />que gira su cabeza de órbitas negras<br />y me estudia<br />Acerca sus dedos de tratados de anatomía<br />a mi pié calzado<br />y empieza a desnudarlo<br />delicadamente<br />torciendo la calavera amorosamente.<br />Saca la bota que a ella no le hace<br />resistencia<br />y la media se desliza con ella<br />pegada.<br />Asoma la tipa su lengua roja<br />entre los dientes mellados y vuelve<br />su cabeza hacia mi.<br />Dejarme ir y cerrar así brevemente<br />mi destino.<br />¿Deshacerme entre sus dedos delicados para<br />deshacer la fuerza que me lleva<br />a mi con mi bala<br />a fundar lo incierto?<br />Fríos sus deditos acarician mi pie<br />Y este por si mismo<br />por su propia voluntad<br />decide<br />de una patada hace rodar a la finada<br />fuera de la rueda<br />al vacío<br />abajo<br />al que se desploma <br />como un saco de huesos.<br />Decide así mi pié por mí.<br />El es cosquilloso<br />yo tal vez <br />no.<br /><br />Noticias <br /><br />Ignatius, desciende de La Rueda<br />Y se interna en la selva paraguaya.<br /><br />Descendido de la rueda<br />y devuelto a la guerra<br />sin disparos ni cañones<br />ni enemigos todavía<br />sólo cuerpos como ramas<br />como raíces como animales.<br />Muertos neutros.<br /><br />Ignatius, a punto de reiniciar<br />su marcha concéntrica<br />sin reconocer recodos ni señales<br />ni estéticas<br />ni éticas<br />a punto ya de perderse nuevamente<br />en el mundo alucinado<br />y verde<br />es atravesado intersectado<br />por un armatoste trepidante:<br /><br />Maderamen ruidoso<br />y catastrófico<br />tirado<br />por un caballo en los puros huesos<br />y conducido por aullantes pequeñas criaturas<br />niños sin más.<br /><br />Carro caballo y niños.<br /><br />Sigo al carro destartalado<br />y cubierto hasta los bordes<br />con su macabra carga.<br />Cuerpos sin vida despojos.<br />Destinos.<br /><br />Y los niños recorren la selva<br />tironeando arrastrando<br />esos cuerpos.<br />Algunos tibios todavía.<br />Los otros, muertos de toda muerte<br />el alma ausente<br />ya chupada <br />por la bella de las cuencas vacías.<br /><br />Cuco de lengua roja.<br /><br />Con esfuerzo los suben al vehículo<br />que no se detiene por ellos:<br />el flaco caballo, medio muerto<br />es incapaz de pararse en medio de tanta ruina y<br />mucho menos arrancar después.<br /><br />Es la inercia que lo mantiene andando.<br />Y ya desbordado hasta el grotesco<br />de cadáveres de guerreros<br />el carro llega al campamento<br /><br />Geografías <br /><br />La Curtiembre<br /><br />Planeta de maderas y fogatas.<br />Mundo de despojos y de febriles labores.<br />Cientos de carros faenando sus pertenencias<br />al costado de las hogueras, donde se secan las pieles<br />de los cuerpos deshollados.<br />Pieles apergaminadas que el fuego hace crujir.<br /><br />Hábiles los mocosos, expertos de ojos enormes<br />despojan a los despojos<br />de lo poco que tienen.<br />Tenue protección contra el filo del mundo.<br />Filo de cuchillitos que separan la grasa del pellejo<br />con habilidad exquisita<br />y arrojan el bollo delicado a la vera<br />de las hogueras<br />donde otros, de miradas igualmente ávidas<br />de fuego y perfección<br />tensan el desholle en bastidores<br />puestos a secar y lamen con trapitos<br />los restos de<br />grasa carne tendones<br />sangre<br />hasta lograr la superficie pulida<br />sin mácula<br />la superficie cabal.<br /><br />Y entonces chiflan.<br />Los dedos en la boca<br />el aire saliendo sibilante y fuerte<br />entre los diques de los labios.<br />Chiflan y aparecen los viejos<br />que, con golpecitos y caricias<br />sobre sus pequeñas cabecitas<br />alaban, celebran las obras de los menores<br />y, eligiendo los mejores retazos<br />los toman cariñosamente y se meten<br />con ellos<br />en la espesura.<br /><br />Entonces el escribiente prueba la pluma entintada<br />en su propia piel<br />en un brazo tan marcado <br />por las arrugas de una edad provecta<br />como por las rías de tinta<br />que recorren esos valles carnosos.<br />Detiene la pluma entintada de negro<br />en el aire húmedo de la maleza.<br />Tinta negra sobre pluma blanca.<br />Y, sin pensar<br />vacío de pensamiento propio<br />de necesidad<br />de propósito<br />escribe en el pergamino de hombre<br />cuidando la forma<br />de una caligrafía trabajada y hermosa<br />escribe lo que le dicta una voz <br />escribe la voz de una guerra.<br /><br />Noticias <br /><br />Una escuadra paraguaya<br />Perdida en la selva<br />Asalta y destruye el campamento.<br />Ignatius se une a la fiesta<br /><br />Pasan corriendo los niños.<br />Chirriando las voces en gritos.<br />Aterrados huyen los pequeños desholladores<br />de hombres morenos y peludos<br />que saltan como monos<br />y descuartizan todo lo que se pone<br />a tiro de sus machetes chorreantes.<br />Corro yo <br />también con ellos y golpeo<br />y hiero con mi bayoneta calada<br />que también chorrea la sangre<br />de púberes despavoridos.<br /><br />Ahora guío a los paraguayos hacia la <br />maleza<br />donde sé<br />que se escribe el relato de esta guerra.<br />Ellos en su lengua<br />yo en la mía<br />cruzamos<br />el borde pelado de la selva<br />del idioma.<br /><br />Nos introducimos en la maraña de los viejos<br />y tajeamos y destruímos<br />plumas y personas<br />relatos infortunados y gloriosos.<br />Barremos con todo y con todos.<br />Los viejos imploran por una piedad que no les llega<br />y se retuercen en el suelo<br />con las plumas entintadas clavadas en los ojos<br />las manos deshechas las gargantas afónicas<br />de plañir en la inmundicia de sus esfínteres derrotados.<br /><br />Y el fuego que no llega<br />que la selva húmeda nos niega<br />para quemar y hacer cenizas<br />de las pieles bellamente escritas.<br /><br />Es entonces el fulgor destructivo<br />de esos hombres<br />y es mi baile festivo de aniquilación<br />del relato<br />que toma su lugar:<br />El lugar del fuego purificador.<br />El cuchillo y la bota y el barro<br />haciendo pasta, picando, moliendo<br />devolviendo a la muerte dueña<br />las pieles de los difuntos<br />los escritos de la guerra<br />dispersándose en el esponjoso suelo<br />de verdores rancios y de insectos glotones.<br /><br />Como frutos deformes de la tierra húmeda<br />las vísceras de los pequeños se vuelven paisaje.<br />Flores los ojos abiertos<br />y arrancados.<br />Hojas las lenguas estiradas.<br />La muerte desnuda de ideales a los cuerpos.<br />Lo que no debe ser visto<br />es ahora bañado por un sol leve y verdoso.<br />Ligamentos y músculos se enredan<br />a los troncos de los árboles<br />y la grasa encharca los huecos <br />entre las malezas venenosas.<br />Tanto que se desvela en la naturaleza<br />profunda y horrible de toda belleza.<br /><br />Pasea Ignatius por el estero:<br />Una botella en la mano y la carabina<br />cargada.<br />Canta viejas canciones inglesas traicioneras<br />como aullidos a una luna siempre ausente.<br />La guerra no lo ha tratado bien<br />pero no se queja.<br />Recuerda a su padre casi muerto<br />pronunciar su discurso único<br />acerca de la felicidad sin fronteras<br />de una guerra cualquiera.<br />Añora Ignatius sus sueños<br />de una patria propia<br />y maldice la suerte<br />de encontrarse esta noche<br />en el otro lado en el bando ajeno<br />paseando borracho entre fantasmas negros<br />otrora luminosos oficiales de un batallón porteño.<br />Valiente muchachada aristocrática<br />vistosa y despreocupada.<br />Muerta sin entrar en batalla<br />por un azar del fuego<br />en una máquina sin deseos<br />ni voluntades.<br />Mala suerte se dice Ignatius.<br />Mala suerte le grita a sus compañeros quemados.<br />La Patria debe esperar a que el soldado inglés<br />recobre sus cabales del alcohol y la nostalgia.<br />Pero la Patria es paciente se dice el militar<br />La Patria puede esperar compañeros<br /><br />Seiscientos son los hombres perdidos<br />con órdenes encontradas y huellas<br />desencontradas entra las malezas y<br />charcales de los esteros.<br /><br />Seiscientos paraguayos que se movilizan<br />sin orden ni órdenes precisas<br />buscando sus escuadrones sin vaqueanos<br />muriendo por las picaduras de las rayas<br />pez demonio de cola de aguja<br />apenas hundido en las turbias aguas<br />esperando a los pies sin botas.<br /><br />Infecciones, fiebres y hambres acompañan esta<br />marcha desordenada.<br /><br />Ignatius sumado y aceptado en su condición<br />gringa<br />marcha en su desesperación por salir<br />del atolladero.<br /><br />El orden aparece como un efecto natural.<br />El orden se reinstaura ante el enemigo<br />a la vista.<br />Se agrupan los seiscientos<br />se organizan las avanzadas<br />se acomoda la retaguardia<br />se acampa a la espera.<br />Reclutamos guaraníes a la fuerza<br />una avanzada sin exploradores<br />es una escuadra perdida.<br />Lustran sus armas los hombres<br />le quitan el moho que las hacen pesadas<br />les aclaran los filos<br />como silbidos de sus bocas desdentadas.<br />Una cuerda se estira entre los seiscientos<br />un deseo sume la anarquía <br />de la marcha sin propósito<br />en el orden cerrado del soldado sediento<br />de batalla.<br /><br />No es más mortal el argentino<br />que el hambre<br />las fiebres<br />las rayas venenosas<br />la infección de la podredumbre<br />de la carne mojada.<br /><br />Pero no se prestan al combate<br />los insectos ni la falta de carne roja<br />ni las debilidades de una marcha forzada.<br /><br />Hombres contra hombres<br />cuerpos parecidos<br />iguales.<br /><br />Prójimos a quienes desgarrar<br />banderas que tomar<br />de manos yertas<br />para atar en los carros mentirosos<br />de los triunfos fugaces.<br /><br />Mañana será otro día<br />rezan<br />los que saben<br />que la suerte de una batalla no define jamás<br />una guerra<br />y que el muerto vuelve su cara horrorizada<br />y se le apaga la mirada<br />en nuestros ojos<br />prometiendo volver por nuestras almas<br />cualquier otro día<br />en cualquier otro paisaje<br />en cualquier otra batalla.<br /><br />La selva se detiene abrupta<br />donde congéneres árboles<br />cortados<br />tomados para la causa<br />pelados a hachazos<br />celebran el ingenio del hombre<br />en cientos de estructuras.<br />Carpas mangrullos cocinas. <br />Casuchas donde detener la selva.<br />Donde se detiene la guerra <br />donde se recuerda la casa.<br />Troncos desbastados firmes.<br />Perros guardianes.<br />Soldados del orden.<br />Soldados y perros<br />a su sombra incompleta.<br />Ladran jubilosos los perros<br />al paso de la formación<br />perfecta geometría concertante<br />de la escuadra militar.<br />Vistosos los hombres en la parada<br />exhibiendo sus mejores ropas y armas de batalla<br />elegantes modelos argentinos<br />en la pasarela viril<br />de espaldas a la selva<br />y sus intrincados pasajes.<br />De espaldas al enemigo<br />que no desfila<br />que espera en los bordes<br />con cuchillos entre los dientes.<br />Con un ejército de flacas calaveras<br />de lenguas rojas<br />impacientes y rezongonas<br />que espera en los bordes<br />a que sus hombres<br />sus fieles inocentes<br />comiencen la obra.<br />La representación de la muerte<br />la batalla arrasadora<br />que conquiste para ellas<br />caracúes y almas bellas y educadas<br />para manosear las vértebras<br />y sacudirlas en un cubilete<br />de cuero<br />mezlcándolas y preparándolas<br />para un nuevo armado.<br />Un entramado diferente<br />de cuerpos despojados<br />de su anterior estado<br />antropomórfico<br />imagen y semejanza, dicen<br />de un creador <br />que los crió armoniosos y nobles.<br />Esperan las lenguas muertas<br />sorber de esos huesos<br />cuando la forma del hombre<br />sea violada por la naturaleza grotesca<br />de los machetazos a mansalva<br />y los empujones y desgarramientos del combate.<br />Multitud de nuevas formas y<br />combinaciones de cuerpos<br />derrotando la lógica de los tratados<br />de anatomía<br />de los estudios<br />con que los antiguos<br />definieran conceptos.<br />Esperan los paraguayos<br />a las puertas de la selva<br />en el linde con la naturaleza educada<br />a que los argentinos<br />en su eterna y confiada elegancia<br />terminen los desfiles y<br />las rutinas hermosas de la guerra<br />anterior a la batalla.<br /><br />Así decidí mi pertenencia.<br />Espiando desde el enemigo<br />las bellas ceremonias,<br />los alzados perfiles de mis hombres.<br />Así decidí mi bando.<br />Y el de mi bala.<br />El del don<br />de mi padre Ofelia.<br />Saliendo de la selva al claro,<br />de espaldas a los disparos paraguayos,<br />recibiendo mi primer herida.<br />Traicionando una confianza<br />y mereciendo otra<br />entré en el sancta santorum<br />del orden argentino.<br />Brillante como plata roja mi sangre bautismal<br />entré en andas<br />de esos brazos bien vestidos.<br />Entré en el fuerte<br />saliendo de la selva al claro.<br /><br />Duerme ahora el Ignatius recobrado<br />para sus sueños.<br />Vuelto al seno de sus hombres preferidos<br />territorio apto para la gloria<br />de la buena guerra.<br /><br />Entre sueños la fiebre le acerca compañía:<br />Traje de civil arrugado sombrero en la mano<br />lo visita.<br />Depilado y perfumado<br />la visión le habla<br />indaga su pasado<br />escarba sus deseos.<br />Mientras sube la temperatura<br />Ignatius se sincera<br />con un hombre que dice ser<br />argentino.<br />Que dice temer y despreciar<br />a la selva.<br />Que se jura<br />mantenerla a raya.<br />Ignatius que vuela ya alzado por<br />la temperatura de su sangre derramada<br />por la herida paraguaya<br />grita aúlla la advertencia:<br />Seiscientos hombres.<br />Desesperados<br />perdidos en la selva<br />con un solo objetivo.<br />Grita aúlla la advertencia.<br />Entonces es tomado por los sobacos<br />-con cariño y respeto-<br />es conducido<br />al mangruyo del campamento.<br />Arde el aire de la selva y su fiebre<br />lo lleva volando.<br /><br />Enorme extensión de selva vaciada<br />y carpas blancas<br />primorosamente dispuestas en combinaciones<br />geométricas.<br />Padre fecundo<br />se depila el argentino la nariz<br />y relata <br />los infortunios y sinsabores<br />que lleva<br />derrotar esta selva<br />a diario.<br /><br />Y debajo<br />entre las patas del mangrullo<br />la trompeta llama convoca<br />a cientos de vistosos guerreros <br />y ayudantes afanados detrás de las hombreras<br />con cepillos para el polvo.<br />Convocados por el argentino viento<br />en la plaza perfecta del campamento<br />hombres y caballos<br />brillantes lustrados peinados.<br /><br />Nobles criaturas vehículos cuidados <br />soldadesca de élite<br />desfilando.<br />Saludando y saludados<br />por mi mentor el arrugado sonriendo<br />y exhibiendo sus doradas tijeras.<br />Devolviendo las atenciones <br />de tan valiosa corte.<br /><br />Una y otra vez pasan los uniformados:<br />orden de batalla<br />orden cerrado de combate<br />ceremonial<br />pasodoble<br />gallardía<br />perdición.<br /><br />Se acerca el argentino<br />al abismo <br />del alto del mangrullo<br />dice, presenta, anuncia:<br /><br />“al representante del general mitre, el ilustre caballero inglés designado por el alto mando para conducir a tan noble compañía de patriotas al triunfo”<br /><br />Y me señala me apunta.<br />Posa sus dedos graciosos sobre mi herida sangrante.<br />Ignatius de Fotheringham representante.<br />Tal representante de tal general de tal patria futura.<br />A punto de apagarse la luz en mi cabeza de lana<br />el argentino depilado me toma de los hombros.<br />Mancha su traje claro<br />con mi sangre roja.<br /><br />Mira mis ojos mientras se oscurecen.<br />Asiente con su cabecita pulida<br />y me promete la carta a la nación:<br />El papel y la tinta que certificarán <br />el amor por una patria nueva<br />y en amorosa retribución<br />mi nueva ciudadanía argentina.<br />Dice en un susurro<br />y leo en sus labios<br />-Así es, mi amigo.<br />Así es, y será.<br />La nueva patria me recibe<br />entre los brazos depilados de un escriba.<br /><br />“La más bella muchacha de una guerra<br />es aquella a la que se sirve un destino<br />de la que uno se despide sin saber si volverá<br />pero convencido de que el sacrificio vale<br />en el tiempo detenido de una guerra.<br />Entonces no dudemos y alcemos las banderas<br />calemos las bayonetas<br />y como sentados en las rodillas de un padre generoso<br />cabalguemos<br />en busca del campo de batalla.<br />La gloria es esa colina<br />que siempre se aleja.<br />Es esa felicidad que tiembla en las manos<br />mientras nos traga el humo<br />de la pólvora.”<br /><br />Y así dicho<br />las tropas se alistan<br />al redoble de tambores.<br />Se despiden los hombres<br />de las pocas mujeres del campamento.<br />Ellas juntan las manos<br />se abrazan los cuerpos<br />viendo partir a los valientes<br />hacia la niebla.<br /><br />-No lloren- les grita<br />Ignatius.<br />Espléndido<br />brillando en su nuevo uniforme<br />argentino.<br />Volveremos cargados de estandartes <br />y futuros prodigiosos.<br />Volveremos para convertirlas <br />en nuestras<br />madres amadas.<br /><br />Salimos al galope<br />rodeados de jóvenes y niños<br />en algarabía uniformada.<br />Atravesamos las callejas<br />del campamento<br />avanzamos hacia el enemigo<br />que nos espera con idéntica<br />alegria y miedo.<br />Espoleamos los caballos<br />en la embestida<br />que entierra nuestra<br />última duda<br />en un griterío guerrero.<br />Allí los vemos como ellos<br />nos ven:<br />Venir en estampida<br />Las bocas secas y abiertas al viento.<br /><br />A vuelo de pájaro<br />se ve la selva retroceder<br />al paso veloz de esa caballería<br />que de un momento para otro se torna suicida<br />abandonada en medio de su carrera<br />por la gran mayoría de la soldadesca<br />que a las órdenes de los viejos oficiales<br />clavan las guampas con fiereza<br />giran en redondo<br />y vuelven al campamento<br />en retirada.<br /><br />Avanzan los argentinos<br />en dos direcciones<br />que indican destinos diferentes:<br />Contra el enemigo van los hermosos<br />los puros<br />guiados por el extranjero patriota.<br />Y vuelven sus espaldas al <br />fragor y fuego<br />los demás<br />que se cobijan en brazos<br />del orden cerrado de un desfile<br />que de inmediato conmemora:<br /><br />“La derrota honorable de nuestras tropas, inferiores en números pero superiores en ardor guerrero”<br /><br />Entonces no lloremos por ellos<br />los héroes de la patria<br />que se desangran<br />en el campo enemigo<br />mientras son ejecutados<br />uno a uno con un tiro de gracia<br />o un machete desafilado.<br />No lloremos porque ellos volverán. <br />En los cuadernos de la infancia<br />en la emoción de los guardianes de la patria<br />que<br />con los ojos desbordantes de agua <br />salada<br />desfilan a los pies del mangrullo<br />mientras el argentino arrugado<br />depilado,<br />con un ojo complacido los alaba<br />y con el otro<br />atento<br />vigila<br />el humo que sube del frente enemigo<br />y la algarabía del triunfo paraguayo.<br /><br />Yace Ignatius<br />entre patas de caballos<br />y brazos de hombres.<br />Derribado.<br />Yace cara al barro<br />besando la tierra <br />que será su tumba.<br />Y en una visión única y <br />privilegiada<br />un recorte sólo para su ojo<br />ve a la distancia,<br />a la enorme distancia<br />inhumana distancia<br />que separa<br />los cuerpos masacrados<br />de los sobrevivientes refugiados<br />ve<br />al argentino<br />exhibir<br />la carta prometida<br />el papel que convertiría al huérfano<br />en hijo favorito de la patria.<br />Cruzando el cielo sucio de pólvora<br />la mirada de uno se ancla en la del otro.<br />Exhibe el arrugado depilado<br />la carta<br />la agita en despedida<br />del iluso<br />que a guió las tropas inquietas<br />fuera del orden invernal del campamento.<br /><br />Lo vi.<br />A través del fuego que devoraba<br />pastos y compañeros<br />lo vi.<br />Con el gusto de mi sangre<br />y de mi barro <br />en la boca.<br />A través del agua traidora<br />de mis ojos.<br />Lo vi<br />En el tiempo detenido<br />mientras las sombras oscurecían<br />el campo<br />entre nosotros<br />brillar como si ninguna luna<br />pudiera ensombrecer su triunfo<br />sobre los inquietos<br />sobre los resueltos.<br />Rodeado de sus escuadrones otoñales<br />y ciegos.<br /><br />Habíamos marchado juntos a la batalla.<br />Habíamos cantado juntos los cantos solidarios<br />del tiempo excepcional de la guerra.<br />Y recordando las palabras de mi padre<br />saqué la bala de mi canana<br />la cargué en mi rifle húmedo<br />apunté a ese punto lejano<br />y mi dedo se relajó en el gatillo<br />se acostó sobre el fuego destructor<br />y preciso.<br /><br />Voló la bala<br />que el Balaam negro<br />de papá<br />dispensó alguna vez<br />a un soldado colonial<br />en huída<br />en un río<br />en otro mundo.<br />Cruzó el mar<br />-la bala-<br />y una selva<br />en la carabina de un hijo huérfano<br />para encontrar <br />un destino miserable<br />en las entrañas<br />de un extraño depilado<br />bufón arrugado<br />de una patria esquiva.<br />Entonces, no me lloren<br />porque voy a volver<br />algún día de estos<br />un día de suerte<br />me verán volver<br />de frente al sol<br />entre las nubes blancas <br />de un cielo azul.<br /><br />Un soldado inglés<br />cubierto de cicatrices<br />presenta a nuestra consideración<br />una nota<br />escrita con tinta negra<br />sobre un pellejo depilado.<br />Dice el gringo<br />que es una carta de amor escrita hace mucho<br />y reclama<br />en nombre de <br />sus heridas y dicha circunstancia<br />una ciudadanía que<br />le es y será para siempre<br />esquiva y ajena.<br /><br /><br />Ví una vez a un hombre correr por la llanura de noche,<br />sombra plateada, los ojos como platos,<br />ciegos, la lengua afuera y meado a fondo.<br />Corría ganando tiempo el hombre ese, en la llanura.<br />Rodeado de pájaros negros, de mal agüero.<br />Los pensamientos negros pájaros, agujeros negros<br />Y el temor ganando tiempo.<br />Ganando tiempo el tipo corría<br />como si la muerte, yo, el jinete negro<br />le pisara los talones.<br />Acariciando el pasto que no dejaba de crecer, le <br />seguía yo, la negra, el jinete muerto, los pasos.<br />Y la luna seguía su derrotero, y los pájaros quedaban detrás, <br />Y las estrellas negras como pensamientos.<br />Lloraba el hombre por sus días perdidos,<br />clamaba por unas horas, minutos<br />morir en calma, luego,<br />morir en una cama, en una trinchera, <br />en un hospital,<br />pero morir después.<br /><br />Lástima, yo soy el jinete, soy el aliento negro, soy el tiempo.Gustavo Schwartzhttp://www.blogger.com/profile/13875258410233853746noreply@blogger.com0